miércoles, octubre 05, 2005

Carta Para el Cocinero Suplente

Sr. Cocinero suplente:
Me dirijo a usted ya que debo informarle acerca de mi estado de cocción, debido al descuido que usted a tenido para conmigo desde el comienzo.
Aquí tiene a su chanchita (chochinita, cerdita o como prefiera denominarme) bien adobadita, perfumadita de especias exóticas y con la manzanita del pecado original, una de las que se han caído del árbol, en la boca. Me ha puesto en el horno del amor, lista a ser degustada en cuánto usted crea que es el momento adecuado y con la cocción precisa pero creo que su estilo al cocinarme es caótico, por no decirle que realmente es un mal cocinero. No sé si se deberá a su falta de experiencia, o a la falta de práctica, o a la maldita costumbre de tener todo servido, gracias al drugstore de 24 horas que posee en su casa; lo que sí sé es que me ha descuidado con este asunto de andar subiendo y bajando el fuego del amoroso horno.
Por momentos me baja tanto el fuego, que siento frío y usted bien sabe que corre el riesgo de cortar la cocción de manera tal que no pueda comerme, de tan dura que voy a quedar con tantos cambios climáticos de su ánimo. Por momentos me sube tanto las llamas de la pasión, que siento que voy a chamuscarme, que voy a quemarme solita en este fuego sin que usted tenga la posibilidad de degustar el plato que con descuido, pero con intenciones veladas y actos fallidos, ha ido preparando. Por suerte para usted, el cocinero titular se encarga de nivelar las llamas, subiéndolas cuando están en baja, sea por su ausencia o por sus repentinos olvidos, y bajándolas cuando estoy por consumirse de pasión, fruto de sus miradas, decires y roces; aunque se lleve consigo una probadita de su chanchita y dejándome a fuego medio para que no se pase el punto justo: jugosa, tierna y sabrosa para su deleite.
Quiero avisarle por intermedio de la presente que estoy lista para que su paladar pruebe el fruto de tantos ires y venires culinarios, para que sacie sus ansias y sus ganas escondidas con mi carne, para que se empache en este festín improvisado de placeres y lujuria, para meterme de una vez por todas dentro suyo y usted dentro mío... Mientras nos dure.
Ardientemente suya, Yo.

PD: Si usted no creyera conveniente servirse de este plato, por el motivo que fuese, le advierto que este tipo de cocción implica un peligro al que le prevengo en esta misiva. Si en el plazo de tres años, meses más, meses menos, usted no prueba de mis delicias, saldré del horno en el que me encuentro y lo pondré a usted en mi lugar, lo cocinaré rapidito, rapidito, me serviré y probaré cada parte de su cuerpo hasta sentirme... Saciada.